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- 22.04.2017
ENTREVISTA EXCLUSIVA
Silvestre: “Los intendentes del Conurbano están encerrados en sus propias contradicciones”
El jefe del bloque de diputados de Cambiemos analizó la coyuntura política y disparó contra los intendentes del PJ. “Vidal no discrimina a ningún municipio”, aseguró. Su opinión sobre el kirchnerismo, la conflictividad social, las elecciones y el futuro de la UCR.
Diputado Jorge Silvestre.
Por Mauro Castro
“No hay un área donde no haya habido un cambio rotundo desde que asumió Cambiemos”, afirma Jorge Silvestre. El jefe de la bancada oficialista recibe a Nueva BA en su despacho de la Cámara de Diputados para conversar sobre el panorama político, la relación del Gobierno con el peronismo y las elecciones. El radical también opina sobre el vínculo de la UCR con el macrismo. Las paredes de su oficina exhiben cuadros de los ex presidentes Raúl Alfonsín, Arturo Illia e Hipólito Yrigoyen, íconos del partido en el siglo XX. “Hoy no hay liderazgos fuertes en la UCR”, admite. Su posición ante el kirchnerismo atraviesa toda la charla; ante cada pregunta, el legislador de 9 de Julio alude a la gestión anterior: denuncia corrupción, clientelismo y discrecionalidad y le envía un duro mensaje a los jefes comunales del PJ. “No deberían ni poder hablar”, sostiene. Qué piensa de Elisa Carrió, de las marchas y contramarchas de marzo y de la dirigencia sindical.
—¿Qué balance hace del primer año de Cambiemos en la Provincia?
—En la parte legislativa tuvimos un trabajo que se mide por resultados. Pudimos sacar consensuadamente leyes que le servían al Ejecutivo para ordenar una Provincia que estaba quebrada, literalmente, por un mal manejo del ex Gobernador y una decisión de anular a la Provincia porque Cristina se manejaba directamente con los intendentes. Desde el punto de vista legislativo hubo un gran avance. En cuanto al Ejecutivo, no ha mirado para el costado ante temas profundos como salud, obra pública y seguridad. Con la creación del Fondo de Infraestructura armamos un plan de obra pública con una muy agradable sorpresa: no filtramos por mirada política, los 135 distritos tuvieron obras. En seguridad se cortó esa lógica que tenía algunos males endémicos producto del acuerdo de sectores de la fuerza con el narcotráfico. Se planteó la necesidad de capacitar a los efectivos; en la última gestión salían a la calle casi sin entrenamiento, con un nivel educativo extremadamente bajo, lo cual era peligroso para ellos mismos y para la sociedad. A aquellos que no lograban el piso mínimo de exigencia, se los separó de la fuerza; también a aquellos que habían cometido delitos. Este año y medio de gestión muestra a las claras un antes y un después; no hay un área donde no haya habido un cambio rotundo.
—¿Y en educación? ¿Cuál es su análisis sobre el conflicto docente?
—En materia de educación cambió el paradigma. Ya no es sólo una discusión salarial; se amplió la base de discusión para debatir sobre la calidad educativa y la capacitación y sobre la necesidad de poner por encima de todo al conocimiento. A los gremios uno los ve medio desorientados.(S) La última propuesta asegura que el salario le ganará a la inflación y salen con una excusa que resulta medio inocente para los que tenemos algunos años en la actividad política. (S)Queda demostrado que es una confrontación por una cuestión gremial, con elecciones de por medio cerca, entonces tienen que justificar lo injustificable.
—Da la sensación de que la política de seguridad fue la más costosa. ¿Las amenazas a la Gobernadora y las intimidaciones a funcionarios e intendentes están vinculadas con esas medidas que menciona?
—Yo no puedo decir taxativamente que sea así, pero hay un refrán que dice: “Tiene plumas y patas y hace “cuac”, es pato”. Vidal apartó de la fuerza a más de 5.000 efectivos. Aquellos que tenían pruebas de cohecho fueron judicializados o encarcelados. Hay una decisión política de cortar con ese autogobierno de la Policía, con ese entramado de relaciones que tenía la Policía con todo el submundo de la Provincia. Eso obviamente fue permitido desde el poder político, no se autogeneró. Cuando la Gobernadora toma estas decisiones está normalizando una fuerza pero también está generando una reacción en toda una red de delincuencia que quiere seguir estando como estaba. Hay un antes y un después. Lo que debería haber sido siempre algo normal se transformó en algo extraordinario. Vidal está haciendo lo que debe hacer. Si bien es cierto que la coalición Cambiemos gana por las equivocaciones políticas del Frente para la Victoria, no es menos cierto que la gestión de Vidal generó un cambio absoluto en la forma de gobernar la Provincia.
"Los intendentes que tienen un problema, llaman y los ministros los atienden. Si hay una urgencia, hay respaldo y contención".
—Muchos decían que le iba a costar más tratar con los “barones” del Conurbano por el hecho de ser mujer.
—Esa es una mirada machista y descalificadora. Los valores y la toma de decisiones no tienen nada que ver con el sexo, sino con los convencimientos, con lo que uno cree, desea y representa. Quedó demostrado que eso fue una forma zonza de denostarla. Vidal consiguió en un año y medio mucho más que lo que se logró en los últimos 15 años; esa es una realidad, un hecho concreto. En cada área hay hitos que marcan una diferencia contundente, que tiene que ver con una mirada orientada a cuidar al ciudadano, con la cosa pública, con la transparencia, con el mejor manejo de los bienes públicos, con cortar con los entramados de cartelización de la obra pública. No hay un área donde estemos igual o peor que en la gestión anterior. Si bien Vidal delega la ejecución, también controla todos los objetivos que se van marcando. No hay nada al azar, nada que no tenga su impronta. La Gobernadora no sólo genera una expectativa muy positiva en aquellos que hemos militado dentro de la coalición; eso también se ve en la aceptación social que tiene. Recorre la Provincia sin avisar, sin protocolo, para ver realmente lo que pasa; toma decisiones que implican un cambio de paradigma y no tiene problemas en enfrentar a las mafias.
Encuentro de intendentes peronistas de todos los sectores.
—¿Cómo ve la relación de Vidal con los intendentes peronistas? Algunos endurecieron su discurso en los últimos meses. Magario, Ishii y Ferraresi denunciaron que reciben pocos fondos o directamente nada.
—Los intendentes de la provincia de Buenos Aires nunca fueron tan bien tratados como ahora. Se puede ver en el trato de los ministros hacia los intendentes como también en la transferencia de recursos; jamás hubo tanta transferencia de recursos hacia los municipios. Hoy ningún intendente de la Provincia puede decir que no le han girado recursos. Años anteriores por ahí tenían en volumen un poco más, pero eran absolutamente discrecionales: aquellos a los que se disciplinaba recibían un poco más. Obviamente esto tiene que ver con un año electoral, se tienen que diferenciar. ¿Cómo hacen para diferenciarse cuando fueron aplaudidores seriales durante 12 años de un descalabro político y económico? No deberían ni poder hablar. No se pueden quejar porque la Gobernadora atiende, contiene y ayuda a todos sus intendentes. Yo he vivido como secretario de Gobierno [de 9 de Julio] lo que es el destrato por pensar distinto, tanto de Nación como de Provincia. Soy parte de los que pudimos sobrevivir al kirchnerismo por tener bien claros los conceptos. Ahora eso no existe.
—Magario dijo que Vidal no le atiende el teléfono y Ferraresi se quejó de que nunca lo recibió.
—Los intendentes que tienen un problema, llaman y los ministros los atienden. Si hay una urgencia, hay respaldo y contención. Hay un trabajo muy cercano entre Nación y Provincia. Antes había una interna entre ambos gobiernos. ¿O no nos acordamos cuando la ex Presidenta lo había casi asfixiado a Scioli al no girarle recursos? ¿No nos acordamos cuando el ex Gobernador tuvo que extender los tiempos de los casinos para recibir un ingreso extra para pagar sueldos? Hoy los sueldos anuales ya están garantizados; ahora el desafío es ir por mayores ingresos o por mayor eficiencia en el gasto para poder hacer obra pública. Los intendentes del Conurbano están encerrados en sus propias contradicciones. Tratan de diferenciarse gritando. ¿Cómo justifican su defensa de un modelo que casi termina como Venezuela? No se transformó una sola variable productiva, se mantuvo el mismo nivel de pobreza que en 2001 y se profundizó una grieta entre blanco-negro, amigo-enemigo, patrón-súbdito.
—Pero hay intendentes que no buscan diferenciarse de CFK. Ferraresi, Durañona, Secco, entre otros, piden expresamente por su candidatura.
—La verdad, no lo entiendo. Todos esos municipios fueron beneficiados por esa discrecionalidad del Estado nacional, recibían mucho más en detrimento de otros. La gran diferencia que hoy existe es que se respeta la ley y se transfiere lo que corresponde a cada uno; la transferencia es mucho mayor que antes. Esos municipios quieren a Cristina porque estaban sobregirados en el sentido de que recibían aportes de Nación en detrimento del resto del país, porque manejaban los recursos públicos como si fueran privados. En estos casos particulares, hay un egoísmo al extremo.
—¿Usted piensa que apoyan a Cristina por un interés económico?
—No le quepa la menor duda de que piden a Cristina para volver a un sistema de privilegios. Esos intendentes buscan defender sus beneficios anteriores sin importar en detrimento de quién sea. Eso no es bueno para un país, ni para una provincia ni para un municipio, pero hay que reconocer que son personas elegidas por el pueblo y lo que hay que lograr es que el pueblo madure y cambie sus gobernantes. O por ahí uno es el que está equivocado y deciden que hay que volver a la época anterior. Yo estoy convencido de que eso hay que dejarlo en el pasado. No existe allí un discurso ideológico porque el kirchnerismo no era un proyecto político, sino un relato. ¿Qué variable del Gobierno anterior se puede defender a capa y espada?
Marcha Federal Educativa en marzo.
—Cambiemos mantuvo la Asignación Universal por Hijo.
—¿Pero de quién es ese proyecto? El peronismo tiene la costumbre de hacer creer que las buenas ideas fueron de ellos. Ese proyecto fue de Carrió, como en su momento los derechos laborales fueron de (Alfredo) Palacios. Seamos honestos intelectualmente. Cuando esa ley cobró fuerza tal que era imposible pararla, la tomaron como propia. Recién ahora se incorporaron los trabajadores autónomos. Antes se buscaba fomentar el clientelismo, transformar una necesidad y un derecho en una cooptación política. En casi todos los distritos hay sectores donde el nieto no ve trabajar al abuelo. Eso es clientelismo, es condenarlo a vivir el resto de su vida sin darle oportunidades de conocimiento. Otra de las grandes mentiras de estos 12 años fue la educación pública. Jamás hubo tanta transferencia de la educación pública a la privada como en los últimos años.
"El 1 A es la Argentina que está cansada de le mientan. El 24 de marzo fue el reflejo de la prostitución de los valores más sensibles de nuestra historia".
—El kirchnerismo creó 17 universidades nacionales. ¿Qué opinión tiene sobre esa política?
—El concepto epidérmico de generar nuevos lugares de educación de calidad para que no haya sólo tres o cuatro centros educativos es correcto. El tema es cómo se hizo. La mayoría de esas Universidades fueron un blanqueo de transferencia de recursos públicos. Mucho de ese dinero iba a la política. La idea original era buena, pero lo transformaron en una mala idea porque no les importó la calidad educativa, les importó lo físicamente visible que es el edificio, el concepto de universidad, pero no la calidad. El mayor recurso de un país es el conocimiento. ¿Por qué es necesario generar burros? Porque son muy fáciles de manejar. Cuando los ciudadanos son desarrollados culturalmente, no son fáciles de llevar de las narices ni hay forma de meterlos en un micro para llevarlos a donde a los dirigentes se les cante. Estamos dando una pelea muy dura entre el pasado y el futuro. No es que el peronismo sea malo, porque el radicalismo también tuvo muchas equivocaciones, pero nosotros nos hacíamos cargo. El peronismo sólo atina a decir: “Esto no es peronismo, el peronismo es lo que viene” o “el kirchnerismo no es peronismo”.
—La mayor parte de los intendentes de Cambiemos son nuevos en la gestión municipal. ¿Cómo ve ese proceso en el oficialismo?
—El primer año te lleva aprender cómo se gestiona, los tiempos, los mecanismos administrativos. Lleva su tiempo; los que hemos pasado por la gestión pública lo sabemos. La mayoría son nuevos pero también hay muchos que tienen experiencia y que en los Foros de Cambiemos se han convertido en guías. Cuando tienen un gobierno provincial y nacional que no discrimina, es mucho más simple para un gobernante territorial porque no tiene que andar peleando por algo que le corresponde ni tiene que dejar de ser lo que es para lograr más recursos. Hay muchos que están en proceso de conocer cómo es la gestión pública municipal y otros están terminando de entenderlo. A nosotros nos llevó más de un año en su momento, con el kirchnerismo en su máxima plenitud, donde a aquellos que pensábamos distinto no se nos atendía. Había días que eran demoledores. Las transformaciones culturales llevan tiempo. Esto duele, molesta, la política va a querer cambiar el eje para poder defenderse, pero el sentido común va a ser más fuerte.
Marchas y choripanes
—Marzo fue un mes complicado para el Gobierno. Marcharon la CGT y los docentes. En la movilización del 24 hubo fuertes críticas a Macri. ¿Cuál es su análisis?
—Si decimos que el país está bien, aparte de mentir estaríamos tratando de estúpidos a los ciudadanos. Está lejos de la situación que a uno le gustaría estar viviendo. Los ciudadanos hacen el esfuerzo de ser austeros y de privarse de muchas cosas para poder vivir; eso cuesta muchísimo. Seguramente algunas medidas podrían haberse hecho de manera gradual.
—¿El aumento de tarifas, por ejemplo?
—Esa es una. Pero hay algo que no se puede dejar de reconocer: esto es lo que teníamos y esto es lo que hay que hacer. Es feo cuando uno se mira al espejo y ve que es gordito, barbudo y poco simpático, pero peor es creerte que sos rubio, flaco, alto y lindo cuando no lo sos. Los representantes gremiales, en su mayoría, no todos, fueron aplaudidores de una gestión que llevó a los trabajadores a una situación límite y generó un estado de bienestar ficticio. El Gobierno anterior, que decía defender a los trabajadores, no cambió en ningún momento el impuesto a las Ganancias, que es el más regresivo; no sólo lo mantuvo sino que lo aumentó. Los representantes gremiales tenían que ver que las bases avanzaban sobre ellos para empezar a mostrar su disgusto a nivel nacional. El Gobierno anterior mintió y escondió y ellos tardaron muchísimos años en generar una protesta de carácter nacional. Hubo una teatralización para crear un nuevo relato diciendo que este es un Gobierno para ricos. Evidentemente hay una disociación entre la clase dirigencial del sector gremial y la sociedad.
El anuncio de Carrió en la mesa de Mirtha Legrand.
—¿Qué piensa de la marcha del 1 A?
—Cuando uno ve esas cosas es lógico que haya pasado el 1 A. La sociedad no salió a apoyar a un Gobierno, salió a decirle basta a un sector que quiere volver al pasado; salió a defender las instituciones para estar resguardada ante cualquier locura de algún mesiánico. No hubo un apoyo a un gobierno, sino a una mejor calidad de vida pese a que hoy estamos sufriendo. Cuando lee encuestas ve que hay una mirada que castiga al Gobierno nacional pero también que hay crédito. El 1 A es la Argentina que está cansada de que la usen, le mientan y no la dejen vivir en paz. El 24 de marzo fue el reflejo absoluto de la última época del kirchnerismo: el uso y abuso, la prostitución de los valores más sensibles de nuestra historia próxima pasada.
—En la marcha del 24 hubo miles de personas que participaron sin ánimo destituyente.
—Eso no lo discuto, pero los oradores tuvieron un mensaje político. No fue un reconocimiento a un hecho trágico de nuestra historia; se subieron a un hecho trágico para hablar de política. Es cierto que mucha gente fue con sentimientos auténticos, pero los dirigentes que tuvieron a cargo la comunicación bajaron línea políticamente. La sociedad reacciona, eso nos da la sensación de que no todo está perdido. Hubo una reacción pacífica, que no fue aumentada por estructuras políticas, que de alguna forma dijo “no quiero volver al pasado”; nos está diciendo “muchachos, estamos aguantando, empiecen a hacer las cosas más rápido”.
"En estos meses empiezan los tironeos y las idas y vueltas, eso es normal, pero hay que entender que la función va más allá de las cuestiones individuales".
—Macri celebró la marcha del 1 A y destacó que “no hubo colectivos ni choripanes”. ¿No cree que esa frase va en contra de la intención del Gobierno de unir a los argentinos?
—Fue una frase desafortunada, pero no hay que quedarse en ese pedazo de la frase. Es como decir que el punto y coma de una oración es más importante que la oración misma. Por ahí no utilizó la mejor palabra, porque el choripán lo comemos todos y no representa a ninguna clase social en particular. Pero no nos quedemos en la anécdota. Uno ve cuando los gremios movilizan a la gente y se aprovechan de la debilidad y la necesidad. En el 1 A hubo una sociedad consciente, con ganas de vivir mejor; las estructuras sindicales que van a tener que aggiornarse porque si no la realidad los va a pasar por encima. Hay un hartazgo intrínseco. La sociedad no quiere que le mientan ni que le digan lo que tiene que hacer por televisión hasta tres veces por semana. Lo del choripán es sólo una anécdota y una mala frase.
Las elecciones
—¿Qué opina de las declaraciones de Carrió sobre Vidal y de sus denuncias contra Ritondo?
—Son personalidades. Mi formato es ser más cauto, medir mucho más las palabras. Cuando uno cumple una función de estas características no hace lo que uno quiere sino lo que uno debe en representación de otros. Igual hay que reconocerle a la doctora Carrió que cuando muchos callaron ella enfrentó casi en soledad situaciones límite; eso hay que ponderarlo. Con respecto a las frases, privilegio mucho más el mandato social que nos dice que estamos para cambiar la historia, no para mirarnos el ombligo. La función que cumplo me obliga a ser cauto con lo que digo porque lo que digo puede generar distorsión o que una inversión no venga. No era necesario decir eso porque la decisión estaba tomada.
—¿Le parece bien que haya decidido jugar en la Ciudad?
—Es mucho más necesaria en Capital que en la Provincia. La decisión que tomó es correcta; va a ayudar a la coalición Cambiemos a defender un territorio que no es menor. Son batallas políticas que hay que dar con los mejores generales que tenemos porque va a ser difícil. El pasado está arraigado, el argentino medio tiene tendencia al populismo porque es más fácil no hacerse cargo y que otro decida por uno y le ponga la comida en la boca. La cultura que hay que imponer es la del trabajo y el esfuerzo. Los medios exacerban un poco más algunas declaraciones porque son duras, pero en tres días más lo que va a quedar es que una dirigente de la calidad de Carrió va a defender un territorio importante como la Capital.
—¿Tiene preferencias por algún candidato? Salvai dijo que Bullrich le parece una buena opción.
—Creo más en las ideas y en los proyecto que en los personalismos. Se puede hacer una provincia distinta, más allá de los candidatos. Hay que dejar de pensar que sólo uno puede ser salvador de nuestra vida; nadie nos va a salvar, todos tenemos que salvarnos entre todos. Obviamente que tienen que ser los mejores dirigentes los que encabecen las listas, pero de eso se encargan las estructuras políticas que van filtrando a cada uno de sus actores. En estos meses empiezan los tironeos y las idas y vueltas, eso es normal, pero hay que entender que la función va más allá de las cuestiones individuales. Es momento de pensar más en el otro que en uno mismo y eso no es fácil.
—¿Cómo está la relación de la UCR con el PRO? Ricardo Alfonsín y Juan Manuel Casella plantearon que el partido no se hace escuchar en Cambiemos.
—El radicalismo está creciendo, tratando de evolucionar. Es un partido que ha tenido liderazgos fuertes y ha crecido en torno a ellos. Hoy no hay liderazgos fuertes y por eso está evolucionando para construir poder y crecer con liderazgos colectivos. Históricamente nuestro partido siempre fue la locomotora del proyecto. Hoy nos cuesta entender que, si bien formamos parte de una coalición, somos más los que acompañamos con nuestra estructura a un partido que se ha sabido ganar la representación. La UCR se está consolidando de a poco, aunque muchos no lo quieran reconocer. Los que tenemos años dentro del partido sabemos que hay generaciones nuevas que están tratando de aggiornarse. Tenemos un partido centenario, surgido en el siglo XIX, con muchos dirigentes del XX, tratando de sobrevivir en el XXI. Eso exige crecimiento y madurez. Lo más importante es que nuestro partido no se quedó pensando en sí mismo y aceptó la responsabilidad de acompañar dentro de una coalición a otro partido para producir un cambio. Creo que eso es más maduro de lo que muchos creen.
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