ENTREVISTA EXCLUSIVA

“El paro que surge del femicidio de Lucía es un hecho fundamental de la historia del feminismo argentino”

La socióloga María Pía López habló con Nueva BA sobre el femicidio de la joven y cómo las organizaciones feministas hicieron del “duelo una condición de posibilidad para salir a la calle pero también para hacer fuerza común”.

Por Leila Lobos

Esta semana comenzó el juicio por el femicidio de Lucía Pérez, una joven de 16 años asesinada en Mar del Plata el 8 de octubre de 2016. En diálogo cono Nueva BA, la socióloga María Pía López explicó cómo y por qué once días después del asesinato, millones de mujeres, lesbianas, trans y travestis realizaron el primer paro feminista de Argentina.

“Creo que lo que tienen de particular los feminismos argentinos es que hubo una capacidad de traducción, capacidad de compresión política y capacidad de articulación de una voluntad colectiva en ese contexto que es probablemente sorprendente”, describió en diálogo con Nueva BA la socióloga e integrante del colectivo Ni Una Menos.

¿Cómo se gesta el primer paro de mujeres en Argentina y que significó para los feminismo argentinos?

Tuvo una peculiaridad el momento en el que apareció el crimen de Lucía porque veníamos del Encuentro Nacional de Mujeres. Veníamos con la sensación de la fuerza común, de la energía de haber hecho el encuentro. Octubre es un mes siempre muy particular porque estamos con una sensibilidad y al mismo tiempo con una autopercepción de lo que es la fuerza del feminismo.

Entonces, a los pocos días de volver del encuentro de Rosario fue el crimen en Mar del Plata de Lucía y en el primer momento, además, la narración que hubo sobre el crimen se distinguía de otros por el grado de brutalidad. Después en cómo se fue tramitando la causa aparecieron relativizaciones de qué hubiera sido empalada, etc. Pero en un primer momento tenía algo de una brutalidad muy específica y me parece que en ese contexto donde se produjo una reacción muy rápida de los feminismos que fue autoconvocarse en asambleas.

Se hizo esa primera asamblea en la CTEP, justo una semana antes aproximadamente y se decidió con una medida absolutamente inédita: realizar un paro y una movilización para el 19 de octubre. Las discusiones que yo recuerdo en ese momento eran muy álgidas. Aparecieron desde los sindicatos que cuestionaban quién tiene soberanía y quién no para convocar a un paro. Por qué el movimiento de mujeres se va a arrogar el derecho a tomar una medida que no está dentro del repertorio de medidas posibles para hacer y eso abrió un conjunto de discusiones muy interesantes.

Por eso el 19 de octubre, el paro que surge a partir del femicidio de Lucía es un hecho muy fundamental dentro de la historia del feminismo argentino porque de ahí empieza a constituirse colectivamente la idea de que podemos parar.

¿Qué sucedió en particular con este caso que desató la medida inédita de un paro?

Hay algo que me parece que es fundamental porque casos brutales y crimines espantosos hay todo el tiempo y de hecho parte de las denuncias es que cada 30 horas una mujer, lesbiana, travestis o trans aparece asesinada por su condición de género. Creo que lo tienen de particular los feminismos argentinos es que hubo una especie de capacidad de traducción, capacidad de compresión política y capacidad de articulación de una voluntad colectiva en ese contexto que es probablemente sorprendente.

Tanto para el 3 de junio de 2015, donde se logra constituir un hecho muy masivo, porque venía habiendo acciones artístico políticas e intervenciones en relación a los feminicidio, pero el salto masivo fue el 3 de junio y después el 19 de octubre inaugurando la medida del paro. Y agregaría a eso la otra intención de los feminismos argentinos que es ir desarrollando un aprendizaje de construcción de asambleas para crear todas las medidas de modo colectivo haciendo coexistente la heterogeneidad y la vitalidad de un movimiento que es muy dispar, en el que hay organizaciones y colectivos de muy distintos tipos y sin embargo por los menos para los 8 de marzo y los 3 de junio se está logrando una capacidad de construcción conjunta que es muy inédita.

Entonces, yo tengo la impresión de que hay una capacidad de los feminismos en producir e inventar política y repertorios de acciones. Y, al mismo tiempo, se sustentan sobre una base afectiva, material, política muy importante que es la capacidad de hacer del duelo una potencia. De volver al duelo una condición de posibilidad para salir a la calle pero también para hacer fuerza común.

¿Qué crees que este juicio puede generar para dentro de estos feminismos?

Siempre tenemos el problema de lo que son las instancias judiciales. Porque son instancias judiciales pero también son los modos en que las fuerzas de seguridad operaron en la recolección de pruebas, cómo tomaron testimonios, cómo no tomaron otros datos.

Entonces, hay que ver qué es lo que se puede probar en el juicio, qué queda después de todo el show más mediático. Siempre una se queda con la sensación de que estamos en una trampa compleja porque exigimos justicia, que es un mecanismo imprescindible, pero al mismo tiempo estamos ante la situación de que la punición también es compleja en el sentido de los tipos de castigos. Dado que las personas son recluidas en cárceles ominosas y que tienen mucha tortura. Por eso siempre los finales de los juicios llegan con sabor amargo.

A los reclamos feministas, las instituciones gubernamentales y legislativas responden con medidas punitivas, ¿cuál es tu opinión sobre esto y cómo crees que debería actuar el movimiento feminista frente a estas propuestas?

Esa discusión se dio fundamentalmente después del asesinato de Micaela García (Wagner, el femicida de la joven estaba en libertad condicional), cuando en el Senado empiezan a tramitar el endurecimiento de la Ley de Ejecución de las Penas. Ese es un momento clave donde se plantea esa discusión y donde desde el colectivo Ni Una Menos intentamos intervenir en ese debate. Fuimos al Senado y planteamos la discusión de un modo muy sencillo diciendo: “No lo hagan en nuestro nombre, no en nuestro nombre ni en el nombre de las víctimas”.

Entre otras cosas porque endurecer la ejecución de las penas produce ese encierro, produce la cárcel como único dispositivo. Y un dispositivo que sabemos no es de resocialización, solo es de pedagogía criminal y de puro castigo. Entonces que no tengamos alternativas ante eso no significa que apoyemos la extinción de cárcel.

Pero al mismo tiempo, porque esa misma Ley del Endurecimiento de la Ejecución de Pena también castiga a muchas mujeres que están presas y que son mujeres de clase populares que están presas por delitos vinculados al narcotráfico pero porque pertenecen al escalón más bajo de esa economía ilegal, porque actúan de mulas. Entonces, pensando las cárceles de ese modo y la población carcelaria de ese modo nosotras nos parece que el peor camino es el punitivismo.

Y sin ir a hacia ese extremo tampoco nos parece que el feminismo tenga que aceptar la reducción de su agenda a una reducción o aumento de castigos en ningún sentido, ni siquiera de escraches que es otra cosa que se utiliza muy habitualmente. Ni siquiera de convertir nuestras demandas en escraches hacia otras personas, eso me parece que es algo que los feminismos tenemos que poder cuidar y preservar de que ocurra esa malversación.

Y, sin embargo, creo que como todo punitivismo es algo demagógico porque es fácil decir socialmente te respondo a tu demanda poniendo más castigo porque eso satisface tu ansia de linchamiento, de venganza, de resentimiento y no proponer políticas públicas efectivas de prevención y de erradicación.


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